La clase media tiene un problema ontológico, con esto me quiero referir a un problema existencial. El hombre de clase media se pregunta ¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Se interesa por sus orígenes ¿fueron mis padres de clase media? ¿O pertenecieron a una clase baja? ¿Qué será de mi existencia? ¿Me posicionaré en esa clase de la cual provienen mis padres? ¿Me convertiré en esa clase alta que todos anhelan llegar? ¿Caeré en esa clase marginal e indigente?
La clase media es una clase en tránsito, que está más cerca de la clase baja que de la clase alta. Pero se siente más cerca de está última que de la primera. Este ser desdichado, desgraciado, inconformista que pertenece a una clase que no lo deja vivir feliz y en paz, está constantemente cuestionando su existencia. Termina odiando a las clases bajas sólo por el hecho del pánico que le da caer en ese abismo, perder todas sus pertenencias, todo ese status social que muestra constantemente a sus pares. Vive adorando, emulando admirando, deseando a esa clase alta, adinerada, exclusiva, a la que probablemente no llegará. Digo probablemente porque las probabilidades que eso ocurra serán pocas, tal vez nulas. Y si eso llegara a suceder no será reconocido, lo denominarán como el “nuevo rico”. Lo utilizarán pero jamás le darán reconocimiento. ¿Por qué será que el hombre tanto necesita el reconocimiento para sentirse realizado? No importa “qué es” necesita ser reconocido y para que eso ocurra vive toda una vida fingiendo ser lo que no es, mostrando lo que ha podido conseguir, endeudándose para tener lo que no podría comprar. Lo que tiene, lo tiene de prestado pero lo muestra como si fuera suyo y lo peor que muchas veces realmente cree que es suyo, no siendo consciente que no tiene nada más que una deuda y que lo puede perder todo si deja de pagar esa cuota mensual que se le ha concedido por ser un buen trabajador. Por esa razón los bancos pudieron venderle a la clase media hipotecas por importes disparatados a 40 años. ¿Conoces algún negocio mejor que tener un cliente cautivo cobrándole una cuota mensual durante toda su vida laboral? ¿Será casualidad que el aumento disparatado de los pisos durante la burbuja inmobiliaria? ¿Cómo ganaba más dinero la banca con el precio del metro cuadrado bajo o disparado por las nubes? ¿Y cuando la banca entra en “banca” rota desaparece o la rescatas tú con tus impuestos? Será por eso que Bertol Brecht dijo “Robar un banco es delito pero más delito es fundarlo". Si viera nuestro amigo Bertol lo sucedido durante los años de la “estafa inmobiliaria”… ¿Qué diría?
Marx hablaba de una lucha de clases entre burgueses y proletarios, termina el manifiesto comunista escrito mancomunadamente con Engels con la frase: “¡Proletarios de todos los países, uníos! Luego la sociología comenzó a definir diversos tipos de estratificación social. Sin embargo hoy podemos ver dos actores claros, por un lado tenemos a la clase trabajadora y por otro lado a una clase rentista. La primera vive de la fuerza de su trabajo y la segunda de la renta del capital. En la clase trabajadora encontramos desde una limpiadora a una médica cirujana. Aunque hay una diferencia salarial que dependiendo de la organización política de cada país que puede ser mayor o menor. Ambas tienen importantes similitudes. Se levantan temprano para ir a trabajar, cumplen un horario de trabajo, terminan alienadas y reciben órdenes y presiones de sus superiores. El neoliberalismo ha sido muy astuto, ha logrado que la lucha de clases a la que Marx hacía referencia, cambie de plano y logró convertir esa rivalidad entre una lucha de trabajadores contra trabajadores. Entre trabajadores mejor pagados y trabajadores peor pagados. Una médica amiga me decía “yo apenas gano 300 euros más que la enfermera y 500 más que la limpiadora, pero mi responsabilidad es mayor a la de ellas dos juntas”. Nuestra amiga no se plantea que la limpiadora le hace su trabajo más fácil al dejarle la consulta y el quirófano limpios, y que la enfermera le ayuda a curar a los pacientes. Tampoco se percata que son todas trabajadoras y compañeras. Pero lo peor es que se queja de que gana sólo un poco más que la limpiadora pero no se queja que gana infinitamente menos que el banquero que le ha prestado el dinero para comprarse su piso. Ni tampoco, que pagará intereses durante 40 años a un banquero que hace mucho menos labor social que sus dos “enemigas”, la limpiadora y la enfermera.
El neoliberalismo ha logrado que la clase media admire a la clase dominante y vea a la clase baja como su enemiga.
“Las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante” decía Marx
Cuántas veces hemos oído decir “nosotros somos quienes pagamos impuestos y mantenemos a las clases bajas, todo el esfuerzo lo hacemos los contribuyentes de clase media”. Pocas veces escucho a la gente quejarse que las grandes multinacionales tienen su razón fiscal en paraísos fiscales, o exigir que paguen impuestos. Esa ingeniería fiscal que les permite pagar muchísimo menos porcentaje que cualquier asalariado. ¡Pero no! , la lucha es entre trabajadores que ganan más y trabajadores que ganan menos. Entre carniceros, entre pescaderos, entre carpinteros. En lugar de crear un modelo cooperativo entre colegas, se odian entre sí. ¿Quién es tu competencia, el colega tuyo que está a 500 metros o el gran súper mercado o centro comercial que está a 1000 metros?
Ya nadie se acuerda del “Proletarios uníos” los trabajadores están divididos. Divide y reinarás y eso es lo que logró el neoliberalismo dividir a la clase trabajadora, pero más cambiarle la forma de pensar. El trabajo ideológico fue abrumador. Hoy en los colegios y facultades se leen textos como “Quién se ha llevado mi queso”, un texto simple y ameno de leer, de fácil lectura, no requiere prácticamente interpretación, el mensaje te lo dan masticado, es más digerido. Un libro que te culpabiliza “Ah no te has reinventado, no te has adaptado al cambio, si hubieras estudiado marketing personal a las 5 de la mañana a distancia por Internet…” El neoliberalismo te culpabiliza, no es el sistema, eres tú el problema. Frases como “Has vivido por encima de tus posibilidades”, “Hay que pagar la fiesta”. Todos slogans pensados para demonizar a la clase trabajadora.
Si nos adentramos en una librería encontraremos miles de libros de autoayuda, son soluciones simples para problemas complejos, son una falta de respeto a la inteligencia, son parte de un engranaje diseñado para que no pienses, para que no cuestiones, para que no dudes, para idiotizarte, son un eslabón más en el proceso de embobamiento, junto con esos programas idiotizantes de televisión, esas series y películas que te adoctrinan, esos periódicos que te manipulan, esas radios que no te dejan pensar. Luego te ofrecen las redes sociales gratuitas y por todos lados te bombardean con las mismas municiones. Es la industria del entreteni~boba~miento. Mientras te entretienen te idiotizan, te impiden pensar, te piensan, te adoctrinan, te culpabilizan. “el sistema es perfecto, el problema eres tu que no se adapta, que no te reinventas”. Casi todas estas herramientas son gratuitas, no pagas por utilizarlas. ¿Desde cuándo las cosas son gratis en una economía de mercado? ¿No serán porque les conviene que las consumas y convertirte en un ser interpretado?
La Biblia de ayer es la prensa de hoy. Ayer teníamos a la Biblia que nos decía qué estaba bien y qué estaba mal, que se podía hacer y que no, cuál era la verdad y la realidad. Hoy tenemos a los medios de comunicación que hacen esa labor y te ofrecen diarios, canales de tv, sintonías de radio, series, etc.
Antes se leía la Biblia sin dudar hoy se lee la prensa también sin dudar, reemplazamos ese libro que expresaba la palabra de Dios por un periódico o por una suma de medios que pertenecen al mismo propietario.
Es la Biblia de la información donde te muestran la verdad y la realidad tal como ellos quieren que la interpretes. Así han logrado imponer un pensamiento único, que leas lo que hay que leer, que mires lo que hay que mirar, que hagas lo que hay que hacer, y que te diviertas con lo que hay que divertirse. Sometiéndote con el trabajo o con la cultura del entreteni~boba~miento.
Sin embargo hay un momento en que la clase media “trabajadora” se junta con la clase baja “trabajadora” al grito de “Piquete y cacerola la lucha es una sola” (Argentina 2001). Eso ocurre cuándo la clase media cae tan abajo que pierde toda esperanza de “éxito”, pierde toda esperanza de convertirse en clase alta, pierde toda esperanza de alejarse de esa clase baja a la que odia por el pánico que tiene de caer en ella. Cuando se supera la crisis, y la economía comienza a crecer, la clase media “trabajadora” vuelve a fantasear con la idea de prosperar y de acercarse a esa clase alta que tanto lo deleita, va distanciándose y mirando de lejos a esa clase de la que quiere alejarse y se aleja lo más posible para diferenciarse, hasta que una nueva crisis lo vuelva a sacudir y tirarlo hacia abajo. La historia se repite y vuelve a la calle repitiendo el cántico “piquete y cacerola, la lucha es una sola.